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martes, 3 de abril de 2012

Punto de Libro II. La fé en la palabra.



Título: Rimbaud y nosotros
Autor: Pere Gimferrer
Gimferrer es poeta, ensayista y miembro de la Real Academia Española desde 1985
Editorial publicaciones de la Residencia de estudiantes.


Hay dos tipos de escritores. Aquellos cuya vida no ofrece ningún aspecto relevante; mientras que hay otros donde la vida propia tiene tanto significado como la obra misma y le aporta matices que la completan. Hablo de escritores como Byron, Edgar Allan Poe, Charles Baudelaire y, en nuestros días, Paul Auster o, en España, Leopoldo María Panero. Rimbaud es uno de ellos,  tal vez el más luminoso y determinante de la poesía universal,  como destaca el  poeta Gimferrer en su conferencia, ahora en forma de libro, que impartió el 17 de octubre en la Residencia de Estudiantes.

Lo sustancial de Rimbaud es su fe en la palabra, por su capacidad de dotar profundidad a las superficies planas de la experiencia humana. Rimbaud, advierte Gimferrer, "confía en que las palabras podrán transformar la vida". Sin ser un autor de convicciones religiosas, es capaz de conferir a sus poemas el  resplandor de lo sagrado.  En su conferencia, Gimferrer nos advierte  de la importancia del valor de lo sagrado de las palabras para llegar a trascender. La poesía de Rimbaud, sus Iluminaciones, su obra más conseguida, es un claro exponente del  valor  profético del arte. 


" Rimbaud, sin embargo, tenía en su palabra la misma fe que puede tener- no exagero- el salvaje en la luz eléctrica"  Pere Gimferrer

comentario de Félix Riera





Rimbaud escribió sólo entre los quince y los veinte años de edad.

"Se puede escribir poesía en sentidos distintos a Rimbaud, incluso Mallarmé lo hizo. Pero si se elige el camino de Rimbaud, el camino de lo absoluto, parece que sólo hay dos alternativas: Rimbaud o el silencio".  Pere Gimferrer




                   En el bosque hay un pájaro; su canto os detiene y os hace sonrojar.

               Hay un reloj que no suena.
               Hay un hoyo con un nido de animales blancos.
               Hay una catedral que baja y un lago que sube.

               Hay un cochecito abandonado en el bosquecillo, 
               o que desciende por el sendero corriendo, adornado con cintas. 

               Hay una compañía de pequeños comediantes con trajes de escena, 
               divisados en el camino por entre la linde del bosque.

               Hay en fin, cuando se tiene hambre y sed, alguien que os echa.

                                     Arthur Rimbaud. Iluminaciones III

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